Cada vez me sorprenden menos las evidencias encontradas que afirman la existencia de vida extraterrestre en constante relación con humanos de otras épocas pasadas; y cada vez me sorprende más el hecho de que a pesar de tantas evidencias encontradas no se quiera reconocer esa verdad tan oculta: la presencia extraterrestre en nuestros días. Fernando.
Los primeros textos sobre los No Identificados vieron la luz pública por primera vez en los siglos XVI y XVII. Asombrosamente, no se trataba de libros redactados por ufólogos precoces ni por investigadores amantes del misterio, sino por miembros de la Iglesia católica.
Sin saberlo, sus autores –sacerdotes, obispos y relevantes personajes de la época– estaban creando las primeras obras de investigación de campo sobre el fenómeno OVNI, aunque han pasado desapercibidas hasta ahora.
Estos volúmenes arcaicos y corpulentos, que el tiempo se ha encargado de descatalogar y que fueron sometidos a la censura eclesiástica en su momento, pretendían ser una combinación de sucesos históricos e ideales religiosos que relacionaba las señales del cielo con los cuerpos de los santos mártires venerados en diferentes lugares de la Península Ibérica.
Evidentemente, si la Iglesia católica hubiera sospechado lo que en realidad se estaba plasmando a través de estas páginas dichas obras no hubieran visto jamás la luz. Para sus autoridades esos sucesos extraños no eran otra cosa que manifestaciones de Dios, de la Santísima Trinidad y de los santos mártires.
Sin embargo, hoy incluiríamos este legado dentro del controvertido terreno del fenómeno OVNI. Un reciente y laborioso proceso de microfilmación ha permitido profundizar en algunos de esos episodios y comprobar que no eran casos aislados, ya que, según lo reseñado en estas obras, hace más de cuatrocientos años se producían con cierta frecuencia en diferentes localidades de España.
La más impresionante, por el inmenso caudal de información objetiva que contiene, es el libro Historia Sexitana de la antigüedad y grandeza de la ciudad de Bélez, escrito, a petición del Vaticano, por el doctor Francisco de Vedmar a finales del siglo XVII. “Por cinco causas y señales suele el Cielo manifestar y descubrir las reliquias de los cuerpos santos a los fieles. El primer lugar lo tienen las tradiciones de la Iglesia.
El segundo, las revelaciones.